domingo, 23 de febrero de 2014

Obsesionadamente viva...

Si lo pensamos, vivir no es tan difícil como nos han hecho creer durante gran parte de nuestras "existencias". Siempre nos dicen lo que debemos y lo que no debemos hacer, pero ¿alguna vez nos han preguntado lo que queremos y lo que no queremos hacer?
La vida en este mundo como en todos los mundos que existen se traduce en una simple palabra: EXISTIR... sin esa palabra, no hay vida, sino algo que llamamos comúnmente SOBREVIVIR.
Hace muchos años en la candidez de la infancia y pre adolescencia me preguntaba qué era el amor, qué significaba la vida, cuál era el sentido de ésta, me preguntaba acerca del perdón, del olvido, del porqué de las guerras, del abandono y sobretodo de el odio.
Mis padres y muchos adultos siempre repelían hablar sobre el odio porque eso no estaba bien para hablarlo con una niña, y que solamente debía escuchar cosas lindas y dulces y llenar mi cabeza y mi corazón de sentimientos buenos y positivos, pero siempre me alejaron de ese sentimiento que va muy ligado a su opuesto complementario: el amor.
No hay amor si no hay odio, no hay odio si no se ha sentido alguna vez el amor, pero yo no hablo de amores fugaces, o melodramáticos de tragedia griega o de novela cursi, ni tampoco hablo del odio descarnado que llega a su fin con la muerte del otro, de aquel que acompaña la venganza y la desidia, sino de aquel odio que se produce cuando el humano ha amado con desesperación y no ha obtenido lo que se supone, o  mal supone, que recibirá a cambio del otro(s) humano (s) que ama. ¿Por qué siempre esperamos una respuesta del otro? ¿Por qué nos guiamos por la regla "elemental" de: "estímulo-respuesta"? Por qué necesitamos la aprobación o desaprobación de un otro para poder sentirnos conformes con nuestras propias acciones?
Quizás vivir no tiene por qué ser tan complejo como creemos. Quizás haya preguntas que nunca se responderán porque no hay nadie que pueda responderlas todas de una vez, o porque se siente demasiado "vivo" o "sobreviviente" para responderlas. 
Cuando pensamos en el amor como algo romántico y casi novelesco, ¿qué es lo que realmente pensamos? ¿en un amor que es capaz de superar todos los obstáculos que el camino te pone? ¿en un amor que espera pacientemente el paso de los años para volver a encontrarse nuevamente? o ¿pensamos si realmente estamos con la persona indicada para pasar nuestras vidas, duren lo que duren, sea eterno o sea solo por un día? y ¿en qué pensamos cuando pensamos en el odio? ¿se nos vendrá a la mente el rostro de alguna persona que nos hizo daño en algún momento de nuestras vidas? o quizás pensamos en algún episodio que nos provoca dolor y que fue cometido por terceras personas. Lo cierto es que si dejáramos por un momento de pensar, y comenzáramos a actuar y a realizar las cosas que pensamos, sin pensar, el amor y el odio tendrían otra connotación y quizás, sólo quizás, serían menos horribles o menos bellos de como los imaginamos. 
Si al hombre y a la mujer se les fue  regalado el libre albedrío, es decir, la libertad de elegir, entonces qué regalo más maravilloso puede ser elegir vivir con ambos sentimientos tomados de la mano, el amor y el odio conviven íntimamente el uno con el otro, y tienen un punto en común, ambos están destinados a cambiar las vidas de sus humanos para siempre, porque no somos nosotros quienes poseemos esos sentimientos, son ellos los que nos poseen a nosotros y somos nosotros los que elegimos aceptarlos en nuestras vidas para siempre y retornar cada vez a uno o a otro. Yo elijo vivir cada segundo entre el amor y el odio pero no con la definición que tiene la Real Academia Española, sino con mi propia definición de AMOR y de ODIO que aunque todo el mundo diga que son opuestos yo digo que son opuestos complementarios y que si la humanidad entendiera esto, las guerras por el poder no existirían, los divorcios serían por causas reales y no porque "se acabó el amor", los niños y niñas serían traídos al mundo porque son deseados por sus  padres, que se aman y se odian, pero que se aceptan con sus millones de defectos que son perfectos y sus millones de virtudes que son perfectas, porque, qué es el ser humano sino un ser perfectamente imperfecto.

sábado, 15 de febrero de 2014

Bajo el amparo de la nada

Despertar una mañana y darte cuenta que te echas la culpa a ti mismo(a) para cubrir las faltas del otro(a), descubrir que ya no te sientes tan feliz como antes, que esa supuesta magia ya se extinguió, que la flor que plantaste en tu jardín se está marchitando y que ya nada sabe como antes... son signos de una amargura interior que comienza a emerger sin aviso, son señales de una posible crisis, de un hastío generalizado hacia todo y hacia la nada.
Los días avanzan, me sigo haciendo las mismas preguntas, sigo sintiendo las mismas amarguras de ayer y el sinsabor de tus labios yace en mi alma como llama hirviendo.
Quizás es hora de ser un poco egoísta y pensar en el yo y no en el nosotros, quizás el nosotros pueda esperar, o quizás no, pero esos dos yo necesitan una pausa en el camino, un tiempo fuera, un break de oxígeno para poder reconsiderar las palabras que se quieren decir, los besos que se quieren dar, las miradas que se quieren cruzar.
Así como un pez necesita del agua para poder vivir, yo necesito de ti para confirmar día a día lo que siento, lo que amo, lo que necesito, lo que me hace vibrar y lo que me lleva a volar hacia otras dimensiones cuando estoy contigo.
Pero es menester que estés tú a mi lado, y cuando no estás, es necesario que por lo menos el tiempo me  recuerde que estás pensando en mi así como yo pienso en ti.
Hay gestos que son necesarios, hay palabras que sobran, hay silencios que son cómplices y que han sido nuestra mejor arma cada vez que no hay nada que decir y sólo nuestros ojos y nuestras respiraciones se cruzan y se funden entre sí, haciendo de nosotros un solo yo.
Hemos sido poco convencionales en nuestra manera de amar, quizás poco comprendidos por el resto del mundo, pero sabemos que así es como lo soñamos y como nos soñamos el uno al otro, compañeros de vida, amigos y cómplices, a ratos niños, a ratos adultos poco adaptados, a veces dulce, otras salado, hay días que son de sol y otros que tienen muchas nubes, pero ahí estamos los dos, resistiendo cada cambio, resistiendo hasta ahora...
Dentro de los cánones de la normalidad, lo que siento sería normal, pero dime amado mío ¿qué es normal entre nosotros? ¿qué pasaría si realmente fuéramos normales? ¿seríamos más felices? 

Necesito respuestas en esta noche fría de verano, necesito certezas como siempre, necesito de ti para poder encontrarme, y necesito palabras más exactas para darle una definición a esto que surge en el fondo de mi alma.