martes, 11 de noviembre de 2014

A CONTRALUZ

La habitación se encontraba al fondo del pasillo, la luz tenue iluminaba la cama, y sentada al fondo de la habitación se encontraba ella,  en un sofá de felpa, con un libro en sus suaves manos, cuando el sueño ya estaba causando sus estragos...
Una dulce brisa entraba por la ventana y refrescaba el escote prominente de aquella que yacía en el viejo sofá, ondeando las livianas fibras de su blusa, en una cálida noche de verano.
De pronto unos pasos en el corredor, se acercaban lentamente como contando cada paso, asegurando que las maderas del piso dejaran de crujir, pasando inadvertidos para aquella musa que yacía frente a la ventana con el libro ya olvidado encima de sus piernas, separadas discretamente para dejar que el frescor inundara aquel lugar secreto que ardía de calor debido a las largas horas sentada en la misma posición cargando aquel libro que ya había devorado muchas veces pero que cada vez que lo volvía a abrir, sus páginas le mostraban algo diferente.
Sus ojos, entrecerrados disfrutaban de la semi oscuridad, descansaban de la luz de la casa, de la calle y estaba envuelta en su propia oscuridad. Necesitaba sentirse en otra dimensión, quería viajar, recorrer otros lugares, más no deseaba moverse de su viejo sofá de felpa, que recibía sin quejas el sudor de su cuerpo acalorado.
La puerta se abrió aún mas y los pasos que estaban en el corredor se hicieron más cercanos, certeros, firmes y fuertes. Se quedó mirándola, su cabeza exánime caía en uno de los brazos del felpudo asiento y no notó que estaba siendo observada a sus espaldas.
Los pasos se acercaron a ella, poco a poco las respiraciones se hacían más cercanas, sus ojos aún entrecerrados tenían pereza de abrirse por completo, la modorra del verano no le permitía incorporarse para darse cuenta que detrás suyo había "alguien" respirando su mismo aire, soplando suavemente la punta de su cabello, y rozando con la yema de sus dedos el cuerpo de aquel viejo sofá.

Una brisa violenta cerró la ventana de golpe y aquella perezosa se incorporó rápidamente frente al estruendo, reparando en una sombra masculina detrás suyo, y lentamente giró su cabeza de cabello alborotado hasta dar con los ojos más bellos que había visto, no por su color, sino por la forma en la que la estaban mirando.
La luz tenue de la habitación provocaba un reflejo delicioso en los ojos de aquel visitante nocturno, sus manos temblorosas pero fuertes aún se encontraban apoyadas en el respaldo del sofá, y la respiración de este "alguien" se aceleraba aún más, tanto que ella casi podía oír los latidos de su corazón.
Sorprendida y sin soltar una palabra, tomó la mano del visitante, sintió su piel suave igual a la de ella, admiró sus largos dedos y los pequeños vellos que sobresalían de los nudillos de este interesante sujeto que no dejaba de observarla, incólume, parado detrás del sofá.
Tomó la otra mano de aquel que la miraba, la besó, la acercó a su cuello, la obligó a bajar por su escote, frío y sudoroso, mientras que con la otra mano desabotonaba la blusa de aquella lectora de verano. Los ojos tan abiertos del visitante parecían brillar y despedían pequeños destellos mientras llevaba a cabo la titánica tarea de desabotonar aquella blusa con sus largos dedos.
Sin pronunciar una sola palabra, mientras el silencio se hacía presente entre los dos, el rubor comenzó a aparecer en las mejillas de aquella musa, se mordió el labio inferior, mientras sentía las manos del delicioso visitante recorrer su vientre descubierto ya de la blusa que lo cubría, avanzar por su espalda, encontrar el broche del sostén que guardaba sus frutos turgentes y sudorosos y acabar por completo con el misterio entre sus manos, quedando al descubierto, indefensa, desprovista de toda seguridad y ruborizándose cada vez más.
Los ojos del visitante, recorrían también el cuerpo de aquella ninfa que yacía en aquel largo asiento de felpa, mientras su respiración se aceleraba cada segundo más, y ya no estaba detrás de aquel sofá sino que frente a ella, acercándose a su cara, absorbiendo el mismo aire que ella exhalaba  y rozando someramente sus labios con los de ella. Aquellos labios jugosos, suaves, temblaban de deseo, mientras se asomaba tímidamente su lengua para acampar en los labios de ella, y fundirse en un beso eterno, suave y empalagoso.
Ella, que mientras recibía aquel dulce beso, tenía los ojos cerrados, los abrió de repente  al sentir entre sus piernas una de las manos del visitante que subía con premura a su templo venusiano, y rozaba tímidamente con algunos de sus dedos, la tela de aquella pantaleta húmeda que pedía a gritos que fuera despojada de su dueña. 
Poco a poco, las manos suaves de aquel sujeto encantador, fueron desgarrando las pantaletas de su musa, hasta quedar completamente desnuda frente a él, que la miraba extasiado, como bajo el efecto de alguna droga o encantamiento mágico.
Ella aún ruborizada, tomó valor y acercó sus manos a la camisa del visitante, la desabotonó prolijamente dejando al descubierto su torso ligeramente hirsuto, sudoroso y agitado.
Sus labios se volvieron a entrelazar mientras las manos ligeras de la musa, abrían el cierre del pantalón del visitante, quedando en pocos segundos, ambos cuerpos desnudos uno frente al otro, en silencio, observándose, respirándose mutuamente, hasta que el cuerpo de él, se abalanzó sobre el de ella, recostándolo sobre el sofá, mientras la piel de su espalda sentía la felpa acariciándola, al mismo tiempo que sus piernas se abrían para recibir a su hermoso visitante dentro suyo y abandonarse por completo al sinsentido, a la locura de aquel frenesí maravilloso que estaba sintiendo entre sus piernas.
Cuando todo parecía acabar en un orgasmo sin precedentes, los ojos entrecerrados de aquella ninfa que yacía en ese sofá de felpa con el libro en sus piernas, se abrieron para levantarse a  abrir aquella ventana que se había cerrado estrepitosamente por la fuerte brisa nocturna, y cayendo en cuenta que todo lo que había sentido, observado y tocado, no había sido nada más que un delicioso sueño provocado por el intenso calor que se desató en la habitación de aquella joven musa que leía novelas melosas en su amado sofá de felpa que estaba siempre dispuesto a recibir su cuerpo cada vez que ella quisiera.



martes, 30 de septiembre de 2014

RENACER

El tiempo y sus miles de formas y misterios, me han enredado la cabeza para llegar hasta la conclusión de que estando lejos no solucionamos nada, que mano a mano, codo a codo y beso a beso podemos lograr más cosas juntos, que la vida se me hace más llevadera si estás tú a mi lado y que la enorme caja de sueños y proyectos que llevamos sobre nuestros hombros debe liberar su carga en un lugar para los dos, nuestro lugar, nuestro rincón, nuestro, nuestro, qué bella suena esa palabra, mis labios se mueven en cámara lenta cuando lo digo, y quizás me vea un poco tonta al decirlo, pero es más fácil que no decirlo y guardarlo.
Aquella buena racha que yo llamo, son bendiciones que vienen de otra dimensión, un Dharma tal vez, la  Divinidad misma de los hechos, una intriga dogmática que me encanta que se haga presente en este momento de mi vida.
Lo tengo todo y quiero tener más, ambiciosa de ti, de mí, de nosotros, de nuestros logros y nuestros anhelos. Sigo adelante. Sudando y sufriendo. ¿Una pausa? Creo que sí, pero hay que seguir construyendo el presente para labrar un buen porvenir junto a ti.
Abrazarte, besarte, hacernos el amor con tan solo mirarnos, desear que el tiempo se detenga en ese segundo mágico en el que nuestras respiraciones llegan a su fin y hay solo silencio al rededor y ya no hay más soledades, no hay más frío, no hay más porqués, ya no hay nada.
Tumbarnos en el césped verde de los anhelos, de los proyectos y mirar el presente como algo tedioso pero necesario, construir puentes, forjar cimentos, construir sobre roca firme el porvenir y tener por fin la seguridad de que es aquel ser que te mira fijamente y que hay una transparencia única entre ambos,  con quien quieres pasar el tiempo, las penas, las alegrías, los inviernos, las primaveras, los veranos, y acompañarse en esos otoños tan deprimentes para uno, tan esperados y fascinantes para el otro.
Acurrucados el uno junto al otro, se funden los pensamientos, los sentimientos, los temores y las penas, todo se entremezcla, todo se transforma para tener un solo pensamiento en común: ¿seguirás amándome por la mañana? Tal vez sí, tal vez no, tal vez no sea necesaria una pregunta como aquella, pero nuestra naturaleza nos obliga a hacerla y no obtener respuesta nunca porque al estar a punto de recibirla, el sueño llega y adormece la mente, el corazón y el pensamiento. Sólo sé que al despertar te veo junto a mi y escucho tu respiración detrás de mi, tus brazos entrelazando mi cintura y tus piernas rozando las mías, sintiendo una sintonía entre nuestros cuerpos, pensando que estamos tan cerca que quizás soñamos lo mismo y que eso responde a la pregunta formulada con premura antes del sueño etéreo, no es un sí, ni un no, ni un tal vez, tan solo estás aquí a mi lado dándome ese calor que me hacía falta y me reconforta.
Un día más, un paso más, mañana será otro, el ayer ya se fue, y el hoy se está construyendo, contigo, conmigo, con tus manos y las mías, entrelazadas y firmes y que estoy segura que no se soltarán.



domingo, 23 de febrero de 2014

Obsesionadamente viva...

Si lo pensamos, vivir no es tan difícil como nos han hecho creer durante gran parte de nuestras "existencias". Siempre nos dicen lo que debemos y lo que no debemos hacer, pero ¿alguna vez nos han preguntado lo que queremos y lo que no queremos hacer?
La vida en este mundo como en todos los mundos que existen se traduce en una simple palabra: EXISTIR... sin esa palabra, no hay vida, sino algo que llamamos comúnmente SOBREVIVIR.
Hace muchos años en la candidez de la infancia y pre adolescencia me preguntaba qué era el amor, qué significaba la vida, cuál era el sentido de ésta, me preguntaba acerca del perdón, del olvido, del porqué de las guerras, del abandono y sobretodo de el odio.
Mis padres y muchos adultos siempre repelían hablar sobre el odio porque eso no estaba bien para hablarlo con una niña, y que solamente debía escuchar cosas lindas y dulces y llenar mi cabeza y mi corazón de sentimientos buenos y positivos, pero siempre me alejaron de ese sentimiento que va muy ligado a su opuesto complementario: el amor.
No hay amor si no hay odio, no hay odio si no se ha sentido alguna vez el amor, pero yo no hablo de amores fugaces, o melodramáticos de tragedia griega o de novela cursi, ni tampoco hablo del odio descarnado que llega a su fin con la muerte del otro, de aquel que acompaña la venganza y la desidia, sino de aquel odio que se produce cuando el humano ha amado con desesperación y no ha obtenido lo que se supone, o  mal supone, que recibirá a cambio del otro(s) humano (s) que ama. ¿Por qué siempre esperamos una respuesta del otro? ¿Por qué nos guiamos por la regla "elemental" de: "estímulo-respuesta"? Por qué necesitamos la aprobación o desaprobación de un otro para poder sentirnos conformes con nuestras propias acciones?
Quizás vivir no tiene por qué ser tan complejo como creemos. Quizás haya preguntas que nunca se responderán porque no hay nadie que pueda responderlas todas de una vez, o porque se siente demasiado "vivo" o "sobreviviente" para responderlas. 
Cuando pensamos en el amor como algo romántico y casi novelesco, ¿qué es lo que realmente pensamos? ¿en un amor que es capaz de superar todos los obstáculos que el camino te pone? ¿en un amor que espera pacientemente el paso de los años para volver a encontrarse nuevamente? o ¿pensamos si realmente estamos con la persona indicada para pasar nuestras vidas, duren lo que duren, sea eterno o sea solo por un día? y ¿en qué pensamos cuando pensamos en el odio? ¿se nos vendrá a la mente el rostro de alguna persona que nos hizo daño en algún momento de nuestras vidas? o quizás pensamos en algún episodio que nos provoca dolor y que fue cometido por terceras personas. Lo cierto es que si dejáramos por un momento de pensar, y comenzáramos a actuar y a realizar las cosas que pensamos, sin pensar, el amor y el odio tendrían otra connotación y quizás, sólo quizás, serían menos horribles o menos bellos de como los imaginamos. 
Si al hombre y a la mujer se les fue  regalado el libre albedrío, es decir, la libertad de elegir, entonces qué regalo más maravilloso puede ser elegir vivir con ambos sentimientos tomados de la mano, el amor y el odio conviven íntimamente el uno con el otro, y tienen un punto en común, ambos están destinados a cambiar las vidas de sus humanos para siempre, porque no somos nosotros quienes poseemos esos sentimientos, son ellos los que nos poseen a nosotros y somos nosotros los que elegimos aceptarlos en nuestras vidas para siempre y retornar cada vez a uno o a otro. Yo elijo vivir cada segundo entre el amor y el odio pero no con la definición que tiene la Real Academia Española, sino con mi propia definición de AMOR y de ODIO que aunque todo el mundo diga que son opuestos yo digo que son opuestos complementarios y que si la humanidad entendiera esto, las guerras por el poder no existirían, los divorcios serían por causas reales y no porque "se acabó el amor", los niños y niñas serían traídos al mundo porque son deseados por sus  padres, que se aman y se odian, pero que se aceptan con sus millones de defectos que son perfectos y sus millones de virtudes que son perfectas, porque, qué es el ser humano sino un ser perfectamente imperfecto.

sábado, 15 de febrero de 2014

Bajo el amparo de la nada

Despertar una mañana y darte cuenta que te echas la culpa a ti mismo(a) para cubrir las faltas del otro(a), descubrir que ya no te sientes tan feliz como antes, que esa supuesta magia ya se extinguió, que la flor que plantaste en tu jardín se está marchitando y que ya nada sabe como antes... son signos de una amargura interior que comienza a emerger sin aviso, son señales de una posible crisis, de un hastío generalizado hacia todo y hacia la nada.
Los días avanzan, me sigo haciendo las mismas preguntas, sigo sintiendo las mismas amarguras de ayer y el sinsabor de tus labios yace en mi alma como llama hirviendo.
Quizás es hora de ser un poco egoísta y pensar en el yo y no en el nosotros, quizás el nosotros pueda esperar, o quizás no, pero esos dos yo necesitan una pausa en el camino, un tiempo fuera, un break de oxígeno para poder reconsiderar las palabras que se quieren decir, los besos que se quieren dar, las miradas que se quieren cruzar.
Así como un pez necesita del agua para poder vivir, yo necesito de ti para confirmar día a día lo que siento, lo que amo, lo que necesito, lo que me hace vibrar y lo que me lleva a volar hacia otras dimensiones cuando estoy contigo.
Pero es menester que estés tú a mi lado, y cuando no estás, es necesario que por lo menos el tiempo me  recuerde que estás pensando en mi así como yo pienso en ti.
Hay gestos que son necesarios, hay palabras que sobran, hay silencios que son cómplices y que han sido nuestra mejor arma cada vez que no hay nada que decir y sólo nuestros ojos y nuestras respiraciones se cruzan y se funden entre sí, haciendo de nosotros un solo yo.
Hemos sido poco convencionales en nuestra manera de amar, quizás poco comprendidos por el resto del mundo, pero sabemos que así es como lo soñamos y como nos soñamos el uno al otro, compañeros de vida, amigos y cómplices, a ratos niños, a ratos adultos poco adaptados, a veces dulce, otras salado, hay días que son de sol y otros que tienen muchas nubes, pero ahí estamos los dos, resistiendo cada cambio, resistiendo hasta ahora...
Dentro de los cánones de la normalidad, lo que siento sería normal, pero dime amado mío ¿qué es normal entre nosotros? ¿qué pasaría si realmente fuéramos normales? ¿seríamos más felices? 

Necesito respuestas en esta noche fría de verano, necesito certezas como siempre, necesito de ti para poder encontrarme, y necesito palabras más exactas para darle una definición a esto que surge en el fondo de mi alma.